Los maestros sabemos de la importancia del seducir, del enamorar. De poco sirve tener muchos conocimientos que transmitir, saber mucho y ser consciente de la importancia de ciertas materias si luego no somos capaces de "enganchar" a nuestros alumnos. Primero enamorar y luego vendrá todo lo demás ... Cuando alguien se enamora, cuando "el hechizo" ya se ha producido, todo es más fácil . El trabajo duro, el esfuerzo necesario posterior que se pueda necesitar ya lo es menos cuando se está enamorado, de algo o de alguien... Pasada la fase de enamoramiento se establecen vínculos, complicidad y el amor se serena, se hace menos impulsivo pero más sólido.
El enamoramiento que mis hijas provocaron en mí, lo que sentí esos primeros días en Wuhan primero y en Nanchang después jamás se borrará. No sólo me enamoré de mis hijas, lo que es obvio y común a lo que sienten todos los padres sino también del lugar donde estábamos. De esto quiero hablar. En mi memoria guardo ciertos instantes, simples, corrientes y vulgares que me atraparon para siempre.
Wuhan amaneciendo en una mañana lluviosa de marzo. Nuestra hija duerme con placidez en la cuna y yo me acerco a mirar por la ventana. Desde el amplio ventanal de la habitación del hotel contemplo la calle donde muchas personas caminan por la acera, cruzan la calle entre bicicletas, motos y algún coche : paraguas, chubasqueros oscuros y niños con sus carteras, sus mochilas de colores camino del colegio. Lo hacen con calma, parecen que no tienen prisa y trasmiten sensación de orden tácito, de acuerdo no reglamentado de dejar paso... Parece una tontería, pero en ese momento, contemplando esa cotidianeidad, me sentí muy próximo a todas esas personas anónimas. A miles de kilómetros de casa, tan parecidos a mí y a la vez tan diferentes... En un acto tan cotidiano y vulgar como es el amanecer de una ciudad me sentí muy en comunión con todos y percibí que somos un solo grupo humano y que yo formo parte de él. Sin exagerar creo que germinó en mí en ese momento una semilla de "visión global" de las cosas que ya no me ha abandonado. Ese mismo día recorriendo Wuhan la fascinación por ese "caos tan civilizado" de las gente viviendo la calle y en la calle me sedujo para siempre.
Dos años después, en una calurosa Nanchang, un paseo por las calles cercanas al hotel me produjo una sensación, un sentimiento similar al del amanecer lluvioso de Wuhan. Esta vez no lo contemplé desde la distancia, sino que caminé por las calles repletas de personas que con curiosidad nos miraban. Aunque ya anochecía, hacía mucho calor aún y decenas de casas tenían en sus puertas a algunos de sus inquilinos, charlando algunos en corrillos, en cuclillas otros vigilando a niños pequeños que por la acera se movían. Me recordó a los veranos de mi niñez cuando en una tórrida Córdoba, la gente salía de sus casas al anochecer y se sentaba a la puerta con sillas y hamacas algunos, mientras los niños jugámos hasta muy tarde.
Vinieron muchos otros instantes de seducción en los días en que estuvimos en China y ya desde entonces nada es igual..., afortunadamente. La vida nos regala momentos de seducción que engancha a las cosas. Nuestra existencia está repleta de instantes corrientes, vulgares, nada especiales , pero que crean vínculos de amor con las cosas que nos hacen la vida más llevadera.
Así será, así es y así fue. Como ejemplo , así describe el poeta Wang Ch'u, de la Dinastía Tang, uno de esos instantes corrientes en la vida, en este caso en la de un labrador chino de hace más de mil años:
El campesino goza del otoño caliente.Buen año. Ya no hay hojas apenas en los árboles.En los graneros se amontona el trigo.Frutos colgados en las puertas y ventanas.En la vega, tranquilo, se oye el ladrar de un perro.Declina el día, tornan los bueyes al establo.El labrador se sirve otra vez vino, bien ganado.El labrador, en su cabaña , se afloja los vestidos.
谢谢, José Luis!
ResponderEliminarLo que has escrito es una belleza.
Una bonita descripción de lo que es sentir amor. ¡Ojalá nos paráramos más a menudo a pensar esos momentos!
ResponderEliminarUn abrazo de una lectora incondicional, :-)
Muchas gracias por esta entrada. Enhorabuena por saber expresar tan bien estas cosas y por el amor tan sincero y profundo que tienes por China, que envidio con satisfacción.
ResponderEliminarEs curioso. Yo también he viajado dos veces a China (Guanzhou y Nanchang)Y lejos de sentirme extraña es un país tan diferente, me sentía como en casa, con pena al tener que marcharme y con añoranza de volver al país donde nacieron mis hijas. El hilo rojo me unió para siempre a ellas, y también a China.
ResponderEliminarYa sabes que me encantan este tipo de entradas...las que ahondan en los sentimientos.Muy bien escrita.
ResponderEliminarSOMOS MANUEL Y MªANGUSTIAS CUANDO PUEDAS PASATE POR NUESTRO BLOG A RECOGER EL PREMIO DARDO 2008 VALE?.ME ENCANTA TU BLOG.BESOS.
ResponderEliminarhttp://enbuscadeuntesorooriental.blogspot.com/
Gracias a todos por leerme. Gracias por los inmerecidos elogios.
ResponderEliminarYa lo he dicho otras veces pero los momentos vividos en Nanchang son los momentos que han quedado más vivos en mi memoria y que entre todos mis recuerdos son los más definidos, por lo vivido allí y por mi hija China nunca dejará de ser para mi un país especial.
ResponderEliminarIsabel
http://isabel-miblog.blogspot.com