Viajar. Para mí es una de las mejores maneras de saborear la vida. El tiempo se ensancha y los días que transcurren entre paisajes, acentos , olores y sabores no habituales te hacen percibir la dulce y apacible sensación de plenitud de sentirse vivo y aunque los segundos, inexorables y mecánicos, se suceden uno tras otro , la percepción del tiempo transcurrido es diferente. El tiempo de viaje transcurre rápido, a veces vertiginoso, pero en la memoria perdurará plácido y ancho y después, de vuelta a casa, en los monótonos días que se suceden en la mayor parte del año, los paisajes, acentos , olores y sabores vividos volverán en la memoria y me harán desear revivirlos, y en cierto modo así sucederá.
Cuando viajas, también lo haces de un modo interior y te recorres por dentro, observándote y reflexionando sobre tí, tus ideas e inquietudes, tus actitud ante ciertas cosas. No hay nada mejor que encontrarse durante un cierto tiempo fuera de los paisajes, acentos , olores y sabores no habituales para pensar con más precisión sobre uno y lo que te rodea.
Viajar es vivir con la intensidad que a veces la monotonía y la cotidianeidad nos dificulta.
Todo esto que cuento, no sólo nos ocurre a nosotros los adultos, los niños también , a su manera disfrutan con intensidad de estos días "diferentes" y también aprenden cosas sobre ellos y sus vidas que les servirán cuando vuelvan a la monotonía que la cotidianeidad les impone.
Para nuestras hijas , para la construcción de su identidad, el viaje es una importante herramienta que les ayuda, como ocurre con nosotros los adultos , a reconocerse en una forma de ser, unas costumbres, en una cultura que nos ubica en una geografía , nos hace valorar lo que poseemos y nos motiva para cambiar lo que nos diferencia y desagrada de nosotros y nuestra forma de ser.
Durante nuestro periplo europeo hemos coincidido casualmente con otras familias como la nuestra. En el sur de Francia una familia de París con dos niñas chinas de edades parecidas a las de nuestras hijas y en el norte con una familia holandesa, también con hijas chinas y con edades similares. Chinitas hablando español, francés y holandés, intentando comunicarse. Es una casualidad que te hace pensar en lo relativo de las cosas, por un lado lo pequeño que puede ser el mundo y por otro de su imensidad y variedad., de sus coinciencias y diferencias.
Mi amigo eres un poeta. Me alegro que allas regresado con tan lindas memorias.
ResponderEliminarPrecioso y acertadísimo JL :-)
ResponderEliminary el siguiente post igual!!!
un abrazo
Roberto
Pues yo tengo una que habla alemán!!
ResponderEliminarAquí no hay convenio de adopción con China (nosotros adoptamos en España pero vivimos en Alemania) por eso nuestra hija no tiene la suerte de tener en su colegio/barrio etc a otras niñas chinas adoptadas.
Pues sí, cuando yo pienso en que mi hija china habla alemán ... ?quién me iba a decir a mi que ningún hijo mío sería chino ni que hablaría alemán?
LA VIDA TE DA SORPRESAS!
Una vez más: enhorabuena por tu blog!
Un abrazo,
Eva