12.10.06

Adopción: Familias unidas con lazos de Amor



Cuando los medios de comunicación tratan el tema de la adopción, las familias que nos hemos formado de esta manera prestamos especial atención. A veces se hacen reportajes y escriben artículos rigurosos, emotivos y veraces. Como en un espejo, nos vemos y sentimos que eso también nos pasó a nosostros.
Como ejemplo de emotividad, de sentimientos hondos en torno al hecho de ser padres mediante la adopción, reproduzco más abajo un artículo publicado esta semana en ABC.

También nos vemos reflejados en estos tres reportajes de la Cadena Cuatro que cuentan en fascinante viaje hacia una hija muy deseada y que nos espera.

«Made in China»

Por LAURA CAMPMANY

IMAGÍNENSE ustedes una mujer desesperada. Tan vacía, que ansiara un dolor en su vientre. Una mujer que se hubiera ya puesto en cuatro manos, abierto en seis promesas, pinchado en cien agujas, gastado en un infierno de quincenas, naufragado en mil cólicos de sangre. ¡Desconfíen, amigos, de las ciencias impuras! Y que un buen día, desde esa tierra yerma que habitaba, seca como una huerta sin goteo, vio crecer una flor que era de nadie. Imagínense ustedes a esa flor esperando ser, como Cui-Ping-Sing, todo lo claro, y el cisne, mucho más que la ceniza. Hubo que atravesar frías montañas, pero esa flor ya tiene quien la cuide. Se llama Laura, es mi hija, y acaba de cumplir cuatro años.

Les contaré que nació en China, como las naranjas, y que nos la entregaron en una notaría de Kunming. El Vitorio y yo habíamos salido a fumar al balcón y, de regreso a la oficina, nos la encontramos tendida en el sofá, la última de siete, esperando su turno en el reparto. Tan menuda y plegable, a sus once meses, que cabía holgadamente en la mochila. Por eso, y porque entonces aún atendía por Pei Ling, que según nos explicaron significa algo así como «niña de Jade», empezamos a llamarla Piolín. Tenía el peso de un pájaro. Llevaba puesto un pijama muy viejo, casi rosa, casi azul y casi nada. Y debajo, unos leotardos rotos. Y, a pesar del calor, unos patucos medio deshechos y una gruesa chaqueta. Lo que se dice el fondo de su armario.

Cuando nos la apretamos contra el pecho, aquella niña destinada a ser nuestra, pero todavía muy suya, se limitó a mirarnos fijamente, como esculpiendo en sus pupilas una larga pregunta, y a explorar con sus dedos nuestros trémulos labios. Creo que le atraían nuestros dientes, o quizás nuestras voces -impostadas para darle una aguda, musical bienvenida-, o quizás nuestras derretidas, claudicantes sonrisas. Estaba muy cansada por el viaje, y también -supe luego- por la fiebre, pero ya muy feliz y hasta ofendida. Quizás nos reprochara un año de soledad. Un año vivido peligrosamente. Un año sin un amor que la tapara. Ni el osito, ni el payaso de trapo, ni ninguno de los muchos objetos que le ofrecimos, consiguieron distraerla de su mudo, sereno, lacerante escrutinio.

¡Cómo explicarles cómo nos miraba! O cómo gorjeaba cuando le dimos el primer biberón. Cómo sonreía cuando le cambiamos el pañal y separamos, con un cuidado casi quirúrgico, su piel, tan fresca, de toda aquella ropa moribunda. O cómo disfrutaba cuando la sumergimos en un baño de agua tibia por el que navegaban tres solemnes patitos. No tardamos en descifrar su lenguaje monosilábico: el «ta» de su entusiasmo y el «na» de su disgusto. O cómo se reconcilió con el mundo cuando la acostamos en una cuna irrepetible, única como su valiente latido, indestructible como su fuerza admirable, risueña y celestial como su cara.

Mi hija, allá en su China de origen, dormía como un junco y se despertaba como un tigre, emitiendo un rugido de hambre. El «berrido ultrasónico», lo llamábamos. Después hubo ese vuelo interminable, los purés, los jarabes, los chupetes, análisis, pediatras, vitaminas, visitas, más juguetes, noches blancas, nerviosismos al borde del infarto... Nada que ustedes, claro, desconozcan. Pero a quien piense que adoptar un hijo es un modo distinto de ser padres, no le voy a decir que se equivoca. Es mucho más que todo lo soñado: un parto donde empujas con el alma. Yo, que tanto temí cegar mis genes, o alzar un simulacro de familia, o darme un asidero vulnerable, o robarle una fresa al paraíso, o caerme del nido de las águilas, sólo lamento haber tardado tanto en librarme de miedos y soberbias, y en dejar que la vida me trajese un ángel «made in China» de regalo.

5 comentarios:

  1. Anónimo7:11 p. m.

    Yo también presto atención a las noticias/artículos sobre el tema, con una sensibilidad que sólo adquirí cuando empecé a leer blogs como el tuyo.

    Hace poco, sin ir más lejos, El País afirmó que adoptar niños en África era una moda (en relación con la adopción de Madonna de un niño malaui). El término me cabreó, la verdad.

    A veces, los medios desproveen de alma a las adopciones. Las tratan como actos de egoísmo, actos de compasión, de adquisición de un estatus a veces. Afortunadamente, hay artículos (como el que reproduces) que muestra la adopción como lo que es en la inmensa mayoría de los casos: un acto de paternidad.

    Saludos

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  2. Estoy de acuerdo contigo Olga. Las adopciones que hacen los famosos, como casi todo lo que les rodea, tiende a frivolizarse y en nada ayudan a la imagen que la sociedad tiene de la adopción. Me preocupa que mis hijas llegen algún día a percibir (porque la sociedad así lo pueda entender )que los motivos que nos impulsaron a tenerlas en nuestra familia fueron tan banales como que está de moda o para sacarlas de un supuesto infierno. A la inmensa mayoría de las familias que adoptan (y yo conozco muchas)les impulsa el deseo de crear o ampliar una familia, como cualquier persona que se plantee ser padre. El conocimiendo del hecho real de que hay personas en orfanatos,sin familia es el que nos hace dar el paso de la adopción. Si no hubiese niños en esas condiciones no nos lo plantearíamos. La adopción no es un acto de caridad ni de solidaridad, para eso hay otros cauces.
    Saludos y gracias por tu seguimiento de mi blog y tus comentarios.

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  3. Anónimo11:46 a. m.

    Hola tocayo,

    Yo también soy padre de una niña china, y comparto todas estas opiniones.

    Y note preocupes lo que les puedan decir cuando sean mayores: seguro que con nuestro cariño diario ellas veran que no es así.

    Un abrazo

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  4. Anónimo12:31 p. m.

    Yo tambien soy padre de un angelito Made in China, se llama Anna Xiurog, la verdad que cuando veo como tratán el tema en alguna tele, o la gente me dice por la calle que buenos somos, o que a esta niña le a tocado la lotería me cabreo bastante, pero ya he aprendido a vivir con ello. Yo siempre les contesto que había una niña que no tenia padres, y unos padres que no tenian niña y así lo hemos arreglado.

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  5. "Un parto donde empujas con el alma", debe ser la frase más bonita que he leído en mi vida, se me han saltado las lágrimas

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