Se presenta en el
Festival de Cine de San Sebastián de este año la película
Ghosts, del director británico
Nick Broomfield. Cuenta una historia basada en hechos reales. Ocurrió en el invierno de 2004. Veintiséis personas de origen chino se ahogaron en las frías aguas de la costa de Gran Bretaña mientras intentaban ganarse un sobresueldo mariscando en la noche. La deuda contraída ante las mafias para poder pagarse el viaje a Gran Bretaña debe ser saldada y el precario trabajo subterráneo que se realiza a diario no basta. La película analiza las condiciones de vida de estas personas y que historias hay detrás de esos nombres que aparecen como protagonistas de un suceso.
Esta es una historia trágica que pone ante nuestros ojos una realidad que a base se oírse en los informativos nos va insensibilizando lentamente. Sólo cuando las historias terribles que a diario nos aparecen en los medios tienen detrás rostro, nombres y apellidos, una familia, hijos, esposa, sueños, engaños..., nos damos cuenta de la injusticia y la verdadera dimensión de las cosas.
La inmigración no reglada hunde sus raíces en la profunda injusticia de este mundo y que nos hace egoístas, temerosos e insensibles con el dolor ajeno. Como dicen que muestra la película, millones de personas viven en el llamado Primer Mundo como fantasmas, fuera de la vista, y lo que es peor, fuera de las conciencias de la mayoría. Pero estos inmigrantes son personas como cualquiera de nosotros, con una historia real que podría ser la nuestra.
Historia triste de inmigrantes chinos, pero que podrían ser perfectamente africanos, americanos o europeos.
Cuando yo era un adolescente viajé a Gran Bretaña un verano a estudiar y al llegar al aeropuerto de Londres, funcionarios de aduanas nos desviaban a un lugar, a una cola por la que no pasaban ni los británicos ni los mienbros del, por aquel entonces Mercado Común Europeo. Nos sometían a los españoles a un largo interrogatorio para asegurarse que íbamos como turistas y estudiantes y no para trabajar. Pedían un mínimo de dinero, un billete de regreso y una dirección donde estuviésemos localizables.
El trato en general al que a los españoles nos sometían no difería mucho del que actualmente se hace en los aeropuertos españoles los ciudadanos de otros países. Las historias de los otros podrían ser nuestras historias. Para muestra esta noticia en un diario de Venezuela en 1949.
La vida da muchas vueltas.
Dices unas cuantas verdades como puños en esta entrada.
ResponderEliminarEn España, cada vez se nota un tono más paranoico y alarmista en la forma de tratar las noticias sobre inmigración. O eso me parece a mí.
Muchos saludos, y enhorabuena por tu blog, siempre al día de todo.