En el ocaso de la vida
la tranquilidad es mi única alegría.
Los diez mil asuntos
cesan de turbar mi corazón.
Reflexionando, creo que no existe
mejor determinación
Que despedirme del saber y regresar
a los bosques de mi antiguo hogar,
Donde el viento suspira en los pinos
y me despojo de la banda.
Cuando la luna brilla en los cerros
taño el laúd.
Si me preguntas por qué no me ocupo
de mi hacienda,
Te invito a escuchar, mientras
desde el estuario llega hasta mí,
el canto del pescador.
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