Los que hemos vivido un proceso de adopción sabemos que en el momento en que recibes la asignación; desde el preciso instante que esa persona que tanto deseas tiene una identidad concreta, ya es tu hija. No la tienes en tus brazos aún, pero es tu hija , con todo lo que eso significa.
Cuando una mujer está embarazada, a la alegría por este "estado de buena esperanza" inmediatamente le sigue el temor. El temor a que algo salga mal siempre planea sobre las cabezas de los que esperan "el feliz desenlace". Normalmente todo transcurre como era previsible y los temores, como todo en la vida, aunque son inevitables, en nosotros está el dejarlos en su justo lugar y no permitir que nos paralicen y que nos ahoguen. El miedo siempre es saludable mientras no traspase la línea de lo razonable y no nos absorba.
Como ocurre con el embarazo, en los procesos de adopción la espera también tiene sus dosis de miedo y depende de la fortaleza psicológica de cada cual arrinconarle y no dejar que nos atrape.
Tras el período de embarazo, una vez se produce el alumbramiento, lo primero que se pregunta es si el bebé está bien. Si ha nacido con algún problema. Una vez se confirma que no, estalla la felicidad. A veces ese momento es triste. Un familiar mío lloró, pero lamentablemente no de alegría, el día que nació su primer hijo. Tenía Síndrome de Down y esto supuso un tremendo mazazo para el ánimo de la, por aquel entonces, joven pareja. Ahora están muy felices con su hijo. Le adoran y no lo cambiarían por nada. Es su hijo y lo quieren tal como es aunque, claro está, hubiesen deseado que fuese de otra manera, pero las cosas son como son y los reveses de la vida se toman con el mejor ánimo o te hundes con ellos y tras el dolor, la pena y la tristeza, uno sigue adelante.
Cuento todo esto porque hoy he leído un artículo en el New York Times muy emotivo, donde Elisabeth Fitzsimons, madre de una niña nacida en China nos cuenta los sentimientos que tuvo cuando adoptó a su hija en Nanchang y se dio cuenta de que era una niña con graves problemas de salud. A pesar de todo siguió adelante como cualquier madre hace y llevó a la niña a los Estados Unidos donde las cosas parecían incluso peores de lo que imaginaba. Esta historia tiene un final feliz pero me ha hecho recordar (y me ha puesto muy triste ) a algunas familias (realmente un número ínfimo) que cual si fueran objetos con certificado de garantía incluido, han puesto reparos en la asignación de sus hijas (yo conozco un caso) y eso es terrible, terrible. Cuando una madre da a luz en un hospital a su hija, si tiene problemas de salud no la deja abandonada. Esta madre norteamericana expresa muy bien sus sentimientos. Como dice el título del artículo (Mi Primera Lección de Maternidad) Maternidad, y sólo maternidad, sin adjetivos.
Lo he publicado en Panel de Noticias!
ResponderEliminarMuy, muy interesante.
Podría ser una de las lecturas necesarias para cualquier adoptante!
Roberto
Quizá en el caso del que hablas, la madre no era o no se sentía verdaderamente madre.Lo principal para ser madre es tener ese sentimiento, inexplicable, de que te necesitan, independientemente del modo en el que una haya llegado a ser madre...Entonces, cuando una mujer se siente madre, aceptará a su hijo/a con todas las penas o las alegrías que le pueda traer.
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