Hace algunos años, Rafael Poch era corresponsal de La Vanguardia en Pekín y siempre sus artículos y reflexiones sobre China me parecieron muy interesantes. Ahora, corresponsal en Berlín sigue aportando análisis, en mi opinión, muy certeros y esclarecedores de la política de los países en los que vive. En esta larga entrevista en Jot Down hay mucho material para reflexionar ...
Se preguntaba Confucio que si las personas no respetan a sus mayores, en que se diferencian entonces de los animales. Es sabido que en la cultura oriental, los mayores, por el sólo hecho de serlo son motivo de respeto. La cultura occidental, en esta sociedad global, lentamente "contaminando" a la sociedad oriental con sus valores de competitividad y eficiencia y que unidos a la velocidad y al culto al dinero, poco a poco, va convirtiéndose en algo universal, global, y por tanto, también chino.
En occidente, esa minusvaloración de lo viejo, también, no sé muy bien por qué, se ve afectada por "la cultura de lo joven" que con frecuencia está sobre valorada y por consiguiente, se tiende a ver lo antiguo, lo viejo, y no digamos al anciano , como algo, como alguien que ya no sirve, que no aporta nada económicamente valioso y que por tanto a menudo, representa un estorbo.
Se obliga por esta ley a visitar y ayudar económicamente a los familiares ancianos en consonancia con los principios confucianos que lentamente se van desdibujando.
En España, también empieza a pasar algo parecido.
Recuerdo cuando era niño, con nuestra abuela viviendo en casa, que me llamaba poderosamente la atención la forma en que otras sociedades más desarrolladas trataban a sus mayores. Me resultaba extraño que hubiese tantos ancianos con hijos que viviesen en residencias. Mis amigos tenían casi todos a un abuelo o una abuela en casa. Las residencias de ancianos, era la excepción, no la norma.
Reflexiono sobre todo esto tras haber disfrutado
ayer de la película "Una vida sencilla" , de Ann Hui.
Un par de horas de sosiego y de disfrute de emociones simples y corrientes, pero a la vez profundas.
Película de ritmo lento y breves diálogos, que nos muestra una situación y unos personajes con los que nos podemos sentir identificados de alguna manera u otra.
Cinta, repito, que emociona y hace reflexionar sobre muchas cosas; principalmente sobre la vejez, y también sobre la gratitud y la soledad.
Historia situada en Hong Kong, pero que podría ser en cualquier otro lugar y en cualquier otro tiempo.
Una sencilla historia que te hace reflexionar sobre el valor que los mayores merecen. Ideas de gratitud y amor hacia los que en otro tiempo contribuyeron a lo que ahora somos.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención en el reciente viaje que hemos hecho a China, es la gran cantidad de turistas chinos que había por todas partes. Multitudes de familias visitando los lugares más emblemáticos del país y sólo un puñado de occidentales entre miles de nacionales. Quizás porque el verano no es una buena época por el calor sofocante, o porque no es destino de moda, o por la crisis, la verdad es que vimos a pocos europeos, en comparación con la última vez (hace doce años)
Esta noticia que hoy he leído en el 20 Minutos me ha vuelto a confirmar lo eurocéntricos, o simplemente ignorantes, que podemos llegar a ser. Esa supuesta guía para turistas no se corresponde con la realidad de lo que yo he visto. Para encontrarse un guarro o un tonto, hay decenas y decenas de personas "normales" cuyo comportamiento no llama la atención en absoluto.
Me molesta ese gusto por las "noticias frikis" siempre que se habla de China.
Vivo en Córdoba, ciudad Patrimonio de la Humanidad, visitada por miles de turistas de todo el mundo (también chinos) y la verdad es que la práctica totalidad se comporta con correción. Nada que ver con los jóvenes borrachos que procedentes de toda Europa que se mueven por nuestras costas, ni la de los españoles vociferantes y prepotentes que con frecuencia se hacen notar por cualquier rincón.
En YangShuo (hermosísima ciudad turística del sur de China) me llamó la atención unos niños que correteaban en una tienda, gritando y tocándolo todo (uno de ellos llegó a abrir la espita del depósito de agua que había a la entrada de la tienda, dejándolo abierto y obligando a la dependienta a levantarse corriendo e ir a cerrarlo). No imagináis la mirada de asombro e indignación que les echó a los pequeños y a sus impasibles padres.
Ya imagináis de donde procedían estos turistas que sí necesitaban de una "guía del turista bien educado".
Detrás de las puertas de los poderosos
hay vino amargo y carne podrida. Afuera:
cadáveres congelados. Abundancia y hambre
están separadas por unos cuantos pasos.
El viaje que hace trece años y medio hicimos a China para recoger a nuestra primera hija, aparte de toda la carga emocional que suponía en sí por tenerla en brazos después de años de espera, también supuso una intensa toma de conciencia de nuestra, podríamos decir, "humanidad". Ver una sociedad tan diferente en las formas, y en muchas cosas también en el fondo, me hizo tomar conciencia de nuestra evolución, nuestra deriva como país al empezar a comparar y evaluar de manera constante la realidad que nos rodea y la que se vive en ese país tan fascinante de donde proceden nuestras hijas.
Comparación constante entre España y China y valoración de los que nos une, lo que antes teníamos y ahora no, lo que ellos van perdiendo, lo que nosotros hemos ganado con el tiempo...
Recuerdo que después de diez días empapándome de una China a la que no sabía cuando volvería a regresar, "aterricé" de nuevo en la cotidianidad de mi escuela, de la vida en mi ciudad, de las relaciones con mis vecinos, familiares y amigos. En mi mente fluían imágenes de China constantemente y en relación a ellas reflexionaba y analizaba lo que hacía, lo que veía aquí e intentaba hacer un ejercicio de evaluación.
Hoy voy a comentar algo en lo referente a mi profesión de maestro. Me costó mucho trabajo y tiempo aceptar que el camino, la senda que en materia educativa estábamos transitando y que yo creía la única posible, y que aceptaba hasta entonces como la más natural y lógica no era la más apropiada si lo que queríamos es formar personas socialmente integradas y armónicas.
Hasta ese viaje que cambió nuestras vidas no veía, o no quería ver, que nuestro modelo educativo no se encaminaba en la mejor dirección. Por poner algún ejemplo, empecé a sentirme extraño entre personas que sin la menor objeción aceptaban que muchos de nuestros alumnos fuesen indisciplinados, que no se trabajase en la conciencia de que la libertad personal exige respeto a los demás y sobre todo al maestro.
Estar rodeado de niños que vivían en una abundancia que no era convenientemente manejada les llevaba a ser caprichosos en muchas circunstancias, indolentes y faltos de un mínimo recato a la hora de relacionarse y frenar sus impulsos. Niños un tanto egoístas y como he dicho antes, caprichosos.
Una generación que todo lo tenía en abundancia y a la que sus padres no educaban en el esfuerzo, el respeto a sí mismos, el amor propio y el afán de superación.
Es duro darse cuenta que en muchas ocasiones, todo tu esfuerzo es estéril. Cuando alguien no respeta a sus compañeros, a sus maestro o a sus padres, no se respeta así mismo y así no hay progreso posible.
Cuesta trabajo aceptar y adaptarse a nuestro modelo educativo, en el que prima la voluntad de los "clientes" que son los padres, como no hace mucho escuché a un inspector de educación decir.
Cuesta trabajo atajar los problemas y las soluciones no son fáciles, pero hay que dar pasos en la dirección correcta y eso no se hace.
Me resultaba del todo sorprendente que todo el mundo aceptase sin planteamiento crítico alguno que, por ejemplo, los jóvenes hiciesen «botellón» como algo inevitable y natural . Algo intrínseco a la edad que había que tolerar, minimizando las consecuencias del mismo, tanto en materia de salud como de convivencia. Han pasado los años y todo ha ido empeorando.
Estamos de feria en Córdoba y hoy leo en la prensa local que ayer miles de jóvenes se concentraron en un «botellón» masivo al que fueron dirigidos por la policía local, que según introducciones recibidas por el actual equipo de gobierno municipal, debían impedir el acceso con bebidas alcohólicas al recinto ferial y concentrarlos en las proximidades. Lo que este equipo de gobierno criticaba en el pasado ahora practica y lo que el pasado equipo municipal toleró y fomentó ahora cuestiona.
Cuando una desgracia ocurra y las responsabilidades se exijan , quizás entonces habrá voluntad de empezar a cambiar.
"botellón" Foto "El Día de Córdoba"
Desde que regresé de China en mi primer viaje, siempre he pensado que ese "botellón" que nos distingue de otros países es el síntoma claro de una enfermedad social que no parece querer atajarse.
El botellón y como es afrontado por parte de autoridades, padres y sociedad en general refleja muy claramente nuestro modelo educativo, nuestros valores como sociedad.
La educación que es lo que nos podría empezar a cambiar, no vive sus mejores horas.
Nuestras hijas empiezan a vivir en una sociedad que empieza a ser peor que la que vivieron sus padres y, o se produce un cambio de rumbo radical o esto será un «sálvese quien pueda» nada edificante.
Me ha venido a la mente está escena que ahora reproduzco de la serie de la BBC llamada «Chinese School» donde con cierta dureza, mediante una humillación pública (muy criticable y que yo jamás haría) se enseña el valor del respeto a sí mismo y a los demás a través de los objetos de uso común y/o particular. Si algo chocante para nosotros es esa imagen de humillación. ¿Qué pensarían esos mismos niños chinos, o sus profesores o sus padres ante la imagen cotidiana de falta de respeto de ciertos niños hacia sus maestros, del deprecio hacia su trabajo de muchos padres y de la propia administración educativa en muchas ocasiones? ¿Y ante las lamentables escenas durante y después de un botellón?
Es para reflexionar.
Henry y Keiko, son dos adolescentes norteamericanos que viven en Seattle y descubren el amor a la vez que la crueldad social y la injusticia que sufren en propias carnes y no entienden. Los sentimientos que les dominan son los del amor, que siempre es el último refugio y el que nos salva en momentos de zozobra, de crisis. Representan estos adolescentes la inocencia del que aún no ha sido alienado por el grupo, que siempre demanda sumisión incondicional so pena de ser marginado, excluido.
Familias enteras, de la noche a la mañana, son obligadas a abandonar sus casas, sus pertenencias y conducidasen masa hacia camposde concentración, todo ello con la indiferencia, cuando no el regocijo y el aplauso, de los hasta entonces pacíficos vecinos.
El padre de Henry, nacionalista chino, que odia a los japoneses, obliga a su hijo a llevar cosido en la ropa la leyenda «soy chino» para no ser confundido con «el enemigo»
Esta historia me hace reflexionar sobre "nuestra guerra" , la actual crisis económica que saca lo peor y también lo mejor de nosotros, como en todas las guerras.
Sorprende como en tiempos de crisis, el sentido común, que es lo que debería iluminar a muchas personas, desaparece para dejar paso a al pensamiento infantil del autoengaño y justificación. El miedo parece tener un poder tan extraordinario que a muchos se les nubla el entendimiento hasta el punto de no querer ver lo evidente y buscar justificaciones alucinantes a comportamientos poco éticos, a situaciones injustas cuando no fragrantes injusticias (desahuciados sin futuro, desempleados jóvenes y cincuentones sin posibilidad de recolocación, dependientes sin ayuda, inmigrantes sin tarjeta sanitaria, estudiantes e investigadores sin becas, clases masificadas, urgencias desatendidas, copagos, amnistías fiscales, prevaricaciones, enchufes, pagos en B, sobres , mentiras ....)
Buscar refugio en lo irracional, en los sentimientos más primarios, en el sometimiento al líder, quizás tiene sentido en la supervivencia en el medio natural, o lo tenía en los grupos humanos primitivos. En está sociedad de la información más apabullante ,o quizás también por eso, por la falta de reflexión ante todo lo que nos llega, están empezando a surgir cada vez más situaciones que son terreno abonado de para «salvadores» de oscuros propósitos, «vendedores de crecepelo» que sólo buscan hacer caja y también para miserables sin escrúpulos cuyo objetivo último y motor de todas sus acciones es mantener su poder y sus privilegios a costa de todos los demás y disfrazándolo con agravios, enfrentamientos de unos con otros (el tristemente famoso «y tú más» y el «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades» «nos roban en tal o cual región» ...)
También es el momento de los sectarios, que nunca han luchado por lo unión de fuerzas y el consenso de mínimos sino por la conversión de "los otros" a sus ideas, a sus grupos.
Cuando todo esto se instala en política estamos abocados al desastre.
Claro que saldremos de esta, pero ¿cuál será el coste que habremos de pagar?