Después de dormir cientos de miles de millones de años, abrimos los ojos un día a una brevísima vida, siendo entonces conscientes de nuestra existencia y de todo lo que nos rodea. Sabemos que vivir es gozar y a la vez sufrir. Cuando dejamos de vivir y mientras los que nos conocieron aún nos recuerdan, de alguna manera seguimos con nuestra existencia en la memoria de nuestros seres queridos y de nuestros amigos. Pero al final, también todo acaba para nosotros y también para los que nos conocieron ante la indiferencia de ese cosmos infinito de espacio y tiempo del que formamos parte. Aprovechemos esa nuestra chispa de vida en el tiempo cósmico.
"El pabellón del Príncipe Teng"
El alto pabellón del príncipe
se yergue a la orilla del río.
Ya no suenan las campanillas de su carroza,
ni los adornos de jade de sus bailarinas.
Al alba, a los biombos de pintura vuelan
nubes brumosas de los ríos del sur.
De noche, las cortinas de perla envuelven
las lluvias de las montañas del oeste.
Nubes ociosas fluctúan en el agua,
tan encantadoras,
como en otras épocas.
Mas las cosas cambian, los astros giran.
¡Cuántos otoños han transcurrido!
Y ahora, ¿dónde está el dueño del pabellón?
Sólo queda, al lado de la cerca,
el Yangtsé, que corre indiferente.
Wang Bo (Dinastía Tang)