"Wang Fu, desde hoy no copies nada en el diccionario"
El protagonista de esta hermosa y poética película deja escrita esta frase a su alumno más brillante antes de partir para siempre de la escuela rural a la que habían destinado en un lugar remoto del sur de China.
Son los años de la Revolución Cultural y miles de jóvenes son enviados a los lugares más apartados de China para ser reeducados en los "valores del campesinado, vanguardia de la revolución" en "brigadas de trabajo".
La película , de 1987, en mi opinión, es de una exquisita belleza. Paisaje y personas evocan (como sólo la poesía sabe hacer) ideas sencillas pero de extraordinaria potencia.
La sonrisa del protagonista y su entusiasmo en el acto de enseñar es de una gran hermosura.
Yo, maestro desde hace casi treinta años, me he sentido identificado con ese joven que a la par que se muestra inseguro, trasmite con convicción su idea sencilla en el planteamiento, pero nada fácil de llevar a cabo, de que aprender-enseñar es un acto de descubrimiento permanente y de exploración constante y que el maestro, cuando comparte su fascinación por el saber con sus alumnos, realiza uno de los actos más trascendentes en toda la historia humana.
Intemporal es ese acto de formar personas, buscando que cada cual aprenda a ser él y tener permanentemente curiosidad por las cosas, como lo es también el de mostrarse rebelde con los métodos que no busca hacer personas que crezcan en libertad y desarrollen su creatividad, sino simplemente mediocres ilustrados.
En un momento de la película, el director de la escuela le pregunta por "el manual" y él joven maestro responde que no lo ha seguido porque es "inútil". Antes de esto, cuando los otros jóvenes que comparten con el maestro este exilio forzoso le visitan, se sientan en el aula a modo de alumnos y recitan rítmicamente , según el "manual" y con clara intención de mofa... " Había una vez una montaña en la que había un monasterio en el que vivía un monje que contaba un cuento que empezaba... había una vez una montaña..."
En mi humilde opinión, "El rey de los niños", es una poética y hermosa película para disfrutar sin prisas y dejándose llevar ante un paisaje extraordinario. Por ejemplo, en algunas escenas, el cielo domina casi por completo la pantalla y los humanos se mueven pequeños, formando parte de la grandiosidad y donde también profesores y alumnos, sin nada, extremadamente pobres y desarrapados se nos muestran sonrientes y felices en su cotidiana tarea de aprender-enseñar.
Comienza la película con el plano de la escuela en una colina en un grandioso amanecer mientras suena una melodía que dice:
"Madrugo
... y veo que el sol
... está subiendo.
El cielo es alto.
El suelo es ancho."
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