Un año más se acaba la primavera y con ella otro curso escolar.
En este tiempo, a la par que la alegría por la terminación del curso y la aproximación de las vacaciones, una cierta melancolía se apodera de mí. Echo la vista atrás y recuerdo esos primeros días de septiembre cuando todo estaba por hacer. Se vive con intensidad un tiempo que pasa deprisa, demasiado deprisa. En esas jornadas de clima y luz parecidas a las de este mes, a finales del verano, se contemplaba el nuevo curso como una hoja en blanco que ahora está ya completa, llena de anotaciones y dibujos y algún que otro tachón y unos pocos garabatos.
Es tradicional hacernos una foto con los mayores de nuestro colegio que ya nos dejan.
Ingresaron con tres añitos y ahora , entrando en la adolescencia, se marchan.
Sonrientes miran a la cámara y en sus rostros, en su desenfadada expresión quisiera ver que nuestro trabajo ha dado fruto. Nosotros, sus profesores, de una foto a otra vamos envejeciendo, siempre al lado de chicos y chicas en plena explosión de energía y futuro.
Otra primavera termina, el verano se acerca y me acuerdo de un poema de Tsui Ming Thong:
Un año, un año más,
y ya otra primavera que se aleja,
En cien años, apenas
si se ve un solo hombre de cien años.
¿Cuántas veces aún nos será dado
embriagarnos así entre las flores?
Aunque su peso en oro nos costara este vino,
aún así, ¡qué barato sería!
entre sonrisas y lágrimas transcurre la vida y tu entrada ambas contiene :-)
ResponderEliminarY muy sugerente la imagen!
abrazos
Roberto