¿Cómo “nos vemos” cada uno de nosotros? ¿Cómo “nos ven” los demás? En multitud de ocasiones nos miramos en el espejo y no nos gusta la imagen que éste refleja, otras veces ese mismo espejo nos devuelve un “nosotros” que se ajusta mejor con la idea que tenemos de nuestra persona. Cuando nos vemos en una foto casi siempre no nos gustamos. Esa imagen no casa con la que en nuestro cerebro tenemos de nosotros mismos. Nuestro estado de ánimo es tan importante, la selección que hacemos de los ragos que el el espejo nos devuelve es tan decisiva para “reflejarnos”, que podríamos decir que “así me siento así me veo”. De igual manera, los rasgos étnicos de las personas, sin quererlo nos condicionan a la hora de hacernos una imagen del “otro” y nos distraen de la esencia de las mismas.
Pienso en esto por que ayer vi en la televisión la noticia de que Gennet Corcuera, ciega y sorda va a ingresar en la Universidad.
Es la primera persona en España que lo hace en tales circunstancias. Su vida es un ejemplo de superación y su familia un modelo de Amor. Nació en Etiopía y fue adoptada a la edad de siete años. Cuando se le pregunta "qué importancia ha tenido en su vida ser negra", ella responde que "nunca nadie me ha hecho sentir diferente por este motivo". Como Gennet no sé ve así misma, no sabe lo que es sentirse distinta por el color de piel. Su madre es blanca y rubia y ella negra y con el pelo rizado pero no es el color de su piel, que ella no ve, ni los comentarios que otros puedan hacer, que no oye, lo que ella percibe. Los otros tres sentidos le sirven para interaccionar con el mundo. Le ayudan a hacerse una imagen de ella y los demás, que es percibida con el tacto, el sabor y el olor. En ese su mundo, el color de la piel, la forma de los ojos, no tiene importancia. ¿Qué vemos nosotros en Gennet? ¿Qué “ve” ella de nosotros? Seguramente el conocimiento que tendrá de sí misma y de los que la rodean y la quieren será muy genuino, muy ajustado a la realidad y desprovisto del “engaño” que la imagen que la luz que nos refleja nos da a veces.
Todas las familias que se han formado mediante la adopción y en cuyo seno hay miembros con rasgos étnicos diferentes, sabemos que en la cotidianidad de nuestras vidas esos rasgos, que es lo que los demás primero ven, para nosotros no están en un primer plano. Nosotros “no vemos” a nuestras hijas como los demás “las ven”. He reflexionado en que nuestras hijas también fueron adoptadas, como Gennet pero ellas sí ven y oyen.
Ellas cuando ven la imagen que el espejo les devuelve se ven ellas sin más, sin adjetivos. A veces, quizás puedan verse como chinas que viven en un entorno que no es el de China, pero no es así la mayoría de las ocasiones. Oyen los que otros comentan al asociar sus rasgos con el país de origen y a veces eso les hace pensar y hacerse preguntas.
Por ahora todo va bien y su “etnicidad” está bien armonizada en sus vidas. Los demás, a veces, asocian poseer una cara, unos ojos diferentes, con cosas a las que mis hijas ahora son ajenas: una lengua, una forma de ser , unas costumbres... Confío que como Gennet, en el futuro sepan “ver” lo esencial, que no es otra cosa que el Amor: amor propio, amor de la familia, amor de los amigos y el considerarse persona sin más, sin adjetivos. Y que sepan relativizar lo que otros ven en ellas y que no se ajusta a como ellas verdaderamente puedan sentir. El futuro al que aspiramos es aquel en el que el color de piel, los rasgos étnicos no tengan importancia y que lo que nos diferencie verdaderamente sea nuestra calidad como seres humanos. Es lo que intentamos transmitirles.
Hace unos años, organizamos en mi ciudad un Encuentro Nacional de Familias Adoptantes en China y escribí por entonces:
Compartimos todos una bella historia de amor. Nuestras hijas nacidas en otro lugar distante de este mismo planeta, que crecen, aprenden y aman en un lugar distinto del que las vio nacer, son la viva representación a lo que aspira la Humanidad: Formar una única familia con distintos orígenes y rasgos y cuyo vínculo entre ellos no sea la sangre, sino algo más importante, el amor.
Después de leer la historia de Gennet, releí la de Hellen Keller, que tanto me sorprendió cuando nos la contaron en el instituto. Qué vidas tan admirables.
ResponderEliminarOjalá todos los niños pudieran tener un padre como tú.
Un abrazo