El sábado pasado disfruté mucho viendo Gran Torino, la última película de Clint Eastwood.
En Gran Torino , Walt Kowalski, el personaje que interpreta Clint Eastwood se nos muestra antipático, solitario y destilando amargo desprecio por todo aquello que no casa con su idea de las cosas ( ideas llenas de prejuicios y muy reaccionarias).
Tras la muerte de su esposa pasa los días lamentándose del cambio que su barrio ha tenido. De como se ha llenado de inmigrantes a los que desprecia y a los que insulta para sus adentros.
La Guerra de Corea, en la que intervino siendo joven y por la que fue condecorado le marcó para siempre. La clave de esa huella que le dejó está el la frase que al final de la película dice: Lo peor de una guerra no son las órdenes que cumples, no lo que te ordenan , sino lo que no te mandan… y además te dan una medalla…
El fantasma de ese hecho le persigue toda la vida y al final de la película (muy bueno el final), se liberará de él.
Sin proponérselo, es él, racista, huraño, persona de mal carácter, motivo de agradecimiento por parte de los vecinos . Hace frente a una banda callejera que acosa a sus vecinos asiáticos. Los miembros de la banda callejera pisan su jardín y eso le enciende la chispa de rabia que le provoca encarárseles y echarlos.
Desde ese instante sus vecinos se muestran agradecidos, agradecimiento que rechaza.
El cambio de actitud hacia los inmigrantes se produce al conocer a los hijos de sus vecinos asiáticos , de origen Miao, en los ve unos valores que cree perdidos en la sociedad actual.
En una secuencia de la película, cuando desde el porche de su casa observa a una señora al otro lado de la calle que al sacar la compra del maletero del coche, se le caen las frutas y justo en ese instante pasan unos jóvenes que no sólo no le ayudan sino que se burlan y hacen gestos obscenos. En ese instante Tao, hijo menor de sus vecinos, cruza la calle y le ayuda.
Ese es el momento del cambio, a partir de ahí comienza a evolucionar en positivo su relación con sus vecinos y Tao será a partir de entonces como un hijo al que le transmitirá los valores que a sus propios hijos hijos no supo o pudo. Es como una segunda oportunidad en el ocaso de su vida.
La película, como todas las de Clint Eastwood, está llena de matices y situaciones que te hacen reflexionar.
Buen cine. Muy recomendable.