En estos días de "botellones" y "macrobotellones" se debate y argumenta en todos los lugares de este país a favor y en contra de este fenómeno único en el planeta. He escuchado entre los que argumentan a favor, que España es un país que vive la calle, que tiene fiestas populares en todos los rincones de su geografía y que el ruido, el alcohol y la fiesta es algo corriente y muy de nuestra idiosincrasia. Ponen el ejemplo de las Fallas valencianas con sus fuegos artificiales, sus "mascletás"; tambien el ejemplo de las fiestas del Rocío, los San Fermines, los carnavales, las Ferias patronales,... etc. Esto es indiscutible, pero ya no así de defendible el hacer de la fiesta, el ruido, el jolgorio y la borrachera algo semanal. Me pongo en la piel de aquellas personas que sufren a los que hacen botellón ante sus casa, con el ruido, las vomitonas, los orines en los portales, etc... En mi opinión, el derecho al descanso y al sosiego están antes que el derecho a la diversión. La libertad tiene el límite de la obligación del respeto a los demás.
España y China comparten el gusto por la calle y en cierta manera también, en consecuencia compartimos una gran tolerancia por el ruido, pero de ahí a hacer la vida imposible a miles de pacíficos vecinos que no pueden dormir porque otros quieren relacionarse, divertirse, hay un gran trecho.