1.3.13

El sabor prohibido del jengibre




Henry y Keiko, son dos adolescentes norteamericanos que viven en Seattle y descubren el amor a la vez que la crueldad social  y la injusticia  que sufren en propias carnes  y no entienden. Los sentimientos que les dominan son los del amor, que siempre es el último refugio y el que nos salva en momentos de zozobra, de crisis. Representan estos adolescentes  la inocencia del que aún no ha sido alienado  por el grupo, que siempre demanda sumisión incondicional so pena de ser marginado, excluido. 

 Familias enteras, de la noche a la mañana, son obligadas a abandonar sus casas, sus pertenencias y conducidas   en masa hacia campos   de concentración, todo ello con la indiferencia, cuando no el regocijo y el aplauso, de los hasta entonces pacíficos vecinos.
El padre de Henry, nacionalista chino, que odia a los japoneses, obliga a su hijo a llevar cosido en la ropa la leyenda «soy chino» para no ser confundido con «el enemigo»

Esta historia me hace reflexionar sobre "nuestra guerra" , la actual crisis económica que saca lo peor y también lo mejor de nosotros, como en todas las guerras.


Sorprende como en tiempos de crisis, el sentido común, que es lo que debería iluminar a muchas personas, desaparece para dejar paso a al pensamiento infantil del  autoengaño y justificación. El miedo parece tener un poder tan extraordinario que a muchos  se  les   nubla el   entendimiento hasta el punto de no querer ver lo evidente y   buscar justificaciones alucinantes  a comportamientos poco éticos, a  situaciones injustas   cuando no fragrantes injusticias (desahuciados sin futuro, desempleados jóvenes y cincuentones sin posibilidad de recolocación, dependientes sin ayuda, inmigrantes sin tarjeta sanitaria, estudiantes e investigadores sin becas, clases masificadas, urgencias desatendidas, copagos, amnistías fiscales, prevaricaciones, enchufes, pagos en B, sobres , mentiras ....)
Buscar refugio  en lo irracional, en los sentimientos más primarios, en el sometimiento al líder, quizás tiene sentido en la supervivencia en el medio natural, o lo tenía en los grupos humanos primitivos. En está sociedad de la información  más apabullante ,o quizás también por eso, por la falta de reflexión ante todo lo que nos llega, están  empezando a surgir cada vez más situaciones que son terreno abonado de para «salvadores» de oscuros propósitos, «vendedores de crecepelo»   que sólo buscan hacer caja y también para  miserables sin escrúpulos   cuyo objetivo último y motor de todas sus acciones es mantener su poder y sus privilegios  a costa   de todos los demás y disfrazándolo con agravios, enfrentamientos de unos con otros  (el tristemente famoso «y tú más»  y el «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades»  «nos roban en tal o cual región» ...) 
También es el momento de los sectarios, que nunca han luchado por lo unión de fuerzas y el consenso de mínimos sino  por la conversión de "los otros" a sus ideas, a sus grupos.
Cuando todo esto se instala en política estamos abocados al desastre.
Claro que saldremos de esta, pero ¿cuál será el coste que habremos de pagar?
¿Por cuanto tiempo? 


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